La historia de un emprendedor, que se convirtio en uno de los empresarios lacteos mas importante de la argentina

Pascual Mastellone, el escultor de La Serenisima, compañía líder del mercado lácteo nacional

Por Gisel Lorca

El padre de Pascual Mastellone, llego muy joven a Buenos Aires, en1925 y en solo unos años puso en marcha un pequeño emprendimiento que daría origen a al coloso lácteo, conocido hoy como «La Serenísima». Inmigrante nacido en Piano di Sorrento, un pequeño pueblo napolitano, el 12 de diciembre de 1899. Su familia se dedicaba a la pequeña producción de quesos. Antonino estaba decidido a continuar con el negocio familiar y para eso estudió en Milán nuevas técnicas de elaboración de quesos. Hacia mediados de la década del 20, un amigo que había viajado a la Argentina le transmitió su entusiasmo por el país y Antonino Mastellone tomó la decisión de mudarse a estas tierras.

Consiguió trabajo en la localidad bonaerense de Junín en la industria láctea. El dueño de un frigorífico, tambien inmigrante, le dio trabajo y le presto una casa en localidad bonaerense de General Rodríguez, para que pudiera montar su propio emprendimiento lacteo. Junto a su hermano José comenzaron a elaborando mozzarella, ricota y provolone, que eran tres tipos de quesos poco comunes en nuestro país. El impulso definitivo vino de la mano de una mujer, María Teresa Aiello, quien contrajo matrimonio con Antonino en 1929. A partir de ese momento, lo que comenzó como un pequeño emprendimiento, se transformó en una empresa, la cual llamaron «La Serenísima».

Este seria el comienzo de una de las grandes empresas lácteas que en los últimos doscientos años de historia nacional, acompañaron el desarrollo económico de nuestro pais.
A medida que la empresa crecía también lo hacía la familia. Teresa y Antonino tuvieron seis hijos. Todos colaboraron con la empresa familiar. Pero el crecimiento de la compañía demandaba más brazos y más capital a comienzo de los años 40. Fue entonces cuando se sumaron José De Blasio y Genaro Monti Sorrentino para aportar dinero y trabajo, conformando la SRL. Lo mismo ocurrió con los proveedores. La Serenísima podía jactarse de contar con los mejores tamberos de la zona.
En 1952 falleció Antonino y, por decisión de doña Teresa, Pascual Mastellone, el hijo mayor, se hizo cargo de la conducción. Don Pascual, como le gustaba que lo llamasen, había nacido el 7 de agosto de 1930 en General Rodríguez, provincia de Buenos Aires, y era el primero de los seis hijos que tuvieron Antonio Mastellone y Teresa Aielo. Su vida estuvo ligada desde que nació a la industria láctea, ya que, como le gustaba recordar, se había criado colaborando en el tambo familiar.

Ese mismo año en que se hace cargo de la empresa familiar, con apenas 21 años, «La Serenísima» dio un salto cualitativo en sus productos con la incorporación de los análisis de tenor graso y de la acidez de la leche. De esta manera, se dio inicio a una metodología constante en la empresa que se caracterizó por un estricto control de la calidad de sus productos.
Cuando asumió el negocio, Mastellone Hnos. era una pequeña firma que producía ricota y mozzarella, y bajo su mando inició su gran crecimiento hasta consolidarse como la empresa líder de su rubro y una de las más grandes de la Argentina.
La década siguiente fue un espiral ascendente en la historia de La Serenísima. Pascual Mastellone, continuando con la tradición familiar, le dio un impulso a la compañía, no sólo a través de la incorporación de nuevos productos, sino también ampliando las medidas de control de calidad en búsqueda de la excelencia.
El primero de estos avances ocurrió en los primeros días de 1961 cuando La Serenísima comenzó a distribuir la leche pasteurizada. La pausterización resolvía dos problemas principales: la falta de líquido vital en invierno y evitar que se cortara en verano.
Fallecio el de 16 de agosto de 2014 a los 84 años de edad. A pesar de su longevidad, en sus últimos años siguió asumiendo el manejo de la compañía, y cuando cumplió 80 anunció que seguiría a cargo de Mastellone por ocho años más. Los problemas de salud, sin embargo, lo llevaron a adelantar el retiro: dejando el manejo de la compaña en manos de su vicepresidente Jose Moreno.

En una entrevista había asegurado: «La empresa es mi vida. No me imagino haciendo otra cosa. Participo activamente en las decisiones estratégicas de la compañía y lo disfruto plenamente. Me hace sentir activo».

En la industria láctea lo recuerdan como una figura de trabajo, un visionario adelantado a su tiempo, por la incorporación de productos y tecnologías que incorporo. «Logró mantener una empresa familiar a pesar de las deudas y las dificultades. Además de dar trabajo a 4.600 empleados. Cuando cumplió 80 años, dio una fiesta de 4.500 invitados a la que asistieron todos los empleados de La Serenísima. Símbolo de un empresario paternalista, el 25% del plantel de su firma tienen más de 20 años de antigüedad. Aquel fue un festejo único en la Argentina por parte de un industrial al que su madre acostumbró a sentarse en la misma mesa con los obreros.
Es uno de los pocos emprearios nacionales, que es recordado por muchisimos de sus empleados con gran cariño. Siempre tenia buenos gestos con sus empleados. Daba premios por antiguedad, en fechas especiales como el dia del niño, de la madre, el padre, etc., adelantaba la fecha de cobro. Bien a su impronta familiar, le imprimio a la empresa esa logica, y asi trataba a los empleados. Ademas de compartir su cumpleaños, a muchos les extendio creditos para obtener su casa propia. Todo lo contrario al trato verticalista rigido que reciben en la actualidad bajo el dominio de Arcor, quien elimino todos los beneficios que aplicaba Pascual Mastellone.

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